jeudi 13 juin 2013

Astorga retorna a la Tradición

Muchas veces hablamos los tradicionalistas de la historia de la Patria. Hoy, recordando más que nunca que la Tradición consiste en transmitir el fuego más que en adorar las cenizas, tengo el orgullo de hablar de actualidad.

Ya he hablado en otras ocasiones del Estandarte de Clavijo, presente en la batalla en la que el mismísimo Apóstol Santiago guió a las huestes cristianas de las Españas a la victoria sobre los musulmanes.

Este estandarte de los Osorio, que ha participado no sólo en los grandes hitos de la Reconquista, desde la defensa del Reino de Asturias hasta las Navas de Tolosa, sino que también fue portado en la guerra contra la invasión de la Francia revolucionaria, es el símbolo en torno al cual está germinando en la ciudad de Astorga un proceso lento pero decidido de retorno a la Tradición.

La Tradición de las Españas, firmemente sujeta a las raíces cristianas que nos transformaron en el pueblo que fuimos, somos y seremos, nos fue arrebatada por la sangrienta y criminal oleada revolucionaria que, derrotada por el pueblo en lo que conocemos como la Guerra de la Independencia, fue finalmente impuesta por los traidores que infestan las páginas de nuestra historia del siglo XIX.

Dos hechos muy significativos tendrán lugar en los próximos días en Astorga, con el beneplácito y apoyo unánime de todos los astorganos, sin distinción alguna política o social.

El primero es la presencia, por primera vez después de varios siglos, de los Marqueses de Astorga en la celebración conocida como la Zuiza, en la que se rinde homenaje al Estandarte de Clavijo, que lo es del marquesado de Astorga, por serlo de los descendientes de Gutierre Osorio.
El Marquesado de Astorga fue concedido por Enrique IV de Castilla a Don Álvaro Pérez Osorio de Rojas Manrique el 16 de julio de 1465, primer marqués de Astorga, lo que convierte al de Astorga en uno de los cuatro marquesados más antiguos de España, con distinción de Grande de España.

Los actuales marqueses parecen estar dispuestos a responder a la llamada de los astorganos, y de hecho han restaurado recientemente su Torreón de Turienzo de los Caballeros, un monumento realmente emblemático de la historia leonesa, el único monumento civil leonés del siglo XIV que se conserva en la maragatería, abriéndolo al público.

Este torreón fue propiedad del Monasterio de San Pedro de Montes, y antes de los Templarios y probablemente en épocas mucho más remotas formó parte de un antiguo castro astur o romano. Se sabe que en la época de convertirse en Señorío de los Osorio, fue fortaleza, de la que sólo queda la torre del Homenaje, y restos de muralla.

Su función antes de pertenecer a la familia de los Osorio, fue proteger las cercanas minas de oro, y posteriormente, en época de los templarios, vigilar el camino de los peregrinos que marchaban a Santiago de Compostela.

La presencia de los Marqueses de Astorga este próximo fin de semana para presidir los actos de homenaje al Estandarte de Clavijo, en los que participan las ciudades de Astorga y Clavijo, se completa con el otro acontecimiento que, Dios mediante, llenará de orgullo a los astorganos en un futuro próximo.

Para explicarlo debemos de nuevo retrotraernos hasta los días trágicos de la invasión napoleónica.

En aquellos tristes momentos, el general Jeanin, gobernador de Astorga por la parte invasora, ordenó al Corregidor de la ciudad destruir el escudo de los Osorio, precisamente, que se encontrada en la torre izquierda del Palacio Consistorial, la Casona para los astorganos.

El motivo no era otro que la negativa del Marqués de Astorga a reconocer al hermano del pequeño usurpador corso como rey, abandonando Madrid para presidir en Sevilla la Junta Suprema Central que dirigiría la guerra.

Por estos hechos, el gobierno revolucionario condenó en rebeldía al Marqués de Astorga y se incautó de todos sus bienes y propiedades. Al igual que muchos astorganos leales, sufrió la “Damnatio Memoriae” por la que se ordenó que su nombre y heráldica fueran borrados de todos los edificios donde figurasen por orden del rey intruso.

Este acto fue sentido como una humillación por los astorganos, que se resistieron durante días a acatar la orden. El general gobernador amenazó y puso en la Plaza Mayor un cañón para volar el escudo y parte de la fachada a cañonazos. Fue cuando el Corregidor ordenó retirarlo, como se recoge en la copia de la carta manuscrita que se conserva en el Archivo Municipal.

Los actuales marqueses están dispuestos a costear la fabricación e instalación en la torre astorgana de un nuevo escudo, copia del antiguo, para orgullo de la ciudad y reparación de aquel agravio.

La Tradición se abre paso entre las cenizas de la desolación que produce la modernidad revolucionaria. En estos días de tribulación y sufrimiento que asolan las Españas, la esperanza, como siempre, está en el retorno, en el rechazo a lo extraño, en la lealtad a nuestras raíces.

¿Quién sabe hasta dónde podremos llegar en esta nueva andadura?

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