mardi 8 octobre 2013

La aldea, primera forma de la vida pública (II)

Los cuerpos intermedios,
Michel Creuzet.
La vida rural, más cercana a la naturaleza, más alejada de las seducciones artificiales, es un factor de estabilidad económica. Dice Pío XII, hablando del "conflicto actual entre la ciudad y el campo", "que se trata de formar hombres diametralmente opuestos".

"Las ciudades modernas, con su constante desarrollo y sus aglomeraciones humanas, son el producto típico del dominio interesado del gran capital sobre la vida económica; y no sólo sobre la vida económica, sino también sobre el mismo hombre. Efectivamente, como lo ha advertido eficazmente nuestro glorioso predecesor Pío XI en su encíclica Quadragesimo anno acontece demasiado a menudo que ya no son las necesidades humanas y su importancia natural y objetiva las que regulan la vida económica y el uso del capital, sino, por el contrario, es el capital y sus afanes de ganancia los que determinan las necesidades que hay que satisfacer y su amplitud".

Este estado de cosas —calificado por Pío XII de antinatural—, corre desgraciadamente el riesgo de extenderse hasta las aldeas.

"No es al propio régimen (capitalista) a quien hay que culpar, escribe Pío XII, sino al peligro que traería si su influencia viniese a alterar el carácter específico de la vida rural, identificándola a la de los centros urbanos e industriales, haciendo del "campo", como aquí se entiende, una simple extensión o arrabal de la "ciudad". Tal práctica y la teoría que la patrocina son falsas y nocivas."

"Es el marxismo, como ya se sabe, quien las profesa".

El riesgo no es imaginario.

La podredumbre intelectual y moral está conquistando el campo en tal grado, que la civilización rural ha sido gravemente herida.

Le queda, sin embargo, a esta última el contraveneno que ella misma contiene: una vida naturalmente más estable, un estado de espíritu cimentado ordinariamente sobre el sentido común y el orden natural de las cosas.



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